La catedral de la resurrección

¿Por qué construir una iglesia, con mosaicos y una decoración exquisita, en el sitio de un asesinato? Esta es la historia detrás de una de las iglesias más hermosas y famosas de San Petersburgo. Conoce más en este artículo.

 

Cualquiera que visite San Petersburgo notará inmediatamente que se trata de una ciudad de estilo clásico que, con sus largas avenidas, refleja una cierta visión imperial de Rusia. 

Algunos piensan incluso que se trata de un modelo europeo ideal incrustado en tierras rusas. Pues bien, todos estos palacios de columnas, frontones y estatuas mitológicas contrastan con uno de los principales símbolos de la antigua capital, conocido con el colorido nombre de la catedral de Cristo en la sangre derramada o, para los puristas, simplemente de la resurrección.

Es, curiosamente, la única iglesia de estilo ruso en el centro de la ciudad, muy parecida a la de la plaza roja en Moscú. Es la imponente construcción de ladrillo y granito coronada por las tradicionales cúpulas en forma de cebolla, cubiertas algunas de esmalte verde, azul y blanco y otras de láminas de oro. Es, para los turistas que se aventuran hasta estas latitudes, uno de los panoramas más impresionantes de la ciudad; uno de esos momentos que quedan grabados para siempre en nuestras retinas.

El nombre de catedral de Cristo en la sangre derramada no se le ocurrió simplemente a alguna mente trastornada de los tiempos zaristas, sino que tiene una historia muy particular. Resulta que el 13 de Marzo de 1881 pasaba por ahí el emperador Alejandro II, más conocido como el zar liberador por haber abolido la servitud y modernizado en pocos años el país. Cuando pasaba exactamente por donde hoy se encuentra la iglesia estalló de repente una granada a pocos metros de la carroza real. Cuando el zar salió a ver lo que había sucedido, el mismo revolucionario ya le tenía lista una segunda bomba de la cual ya no pudo protegerse. A los pocos minutos murió uno de los monarcas más queridos de Rusia. 

Para conmemorar este hecho que anunciaba el principio del fin del zarismo, decidieron construir una fabulosa catedral que les tomó 24 años terminar. Se trata de una de esas joyas desconocidas en Occidente, de una riqueza casi inigualable. No es de extrañar que hayan durado tanto tiempo construyéndola, porque está cubierta del piso hasta el techo de mosaicos. Es simplemente una de esas obras que uno podría quedarse días enteros detallando, y sobre todo imaginando cómo habrán logrado poner tantas piedritas miniatura en semejante orden. Para darles una idea de la enormidad del trabajo, han de saber que solo el campanario cuenta con 134 mosaicos representando los escudos de cada provincia rusa.

En uno de los costados se encuentra una construcción maciza y delicada por el tallado en jaspe escarlata. Ahí fue donde calló el soberano y todavía se conserva el camino de piedra de ese entonces, con la sangre real, que para muchos rusos era sagrada. Del lado opuesto se encuentra, como es costumbre en las iglesias ortodoxas, el iconostasio. En teoría debería ser una pared de madera con los íconos organizados en una estricta e inamovible jerarquía. Sin embargo, en este caso no se contentaron con repetir la tradición. Decidieron, sencillamente, hacerlo tallado en mármol en un estilo muy ruso, es decir, con arcos terminados en forma de cebolla y arandelas imitando la naturaleza de los bosques imperiales. 

Al interior de la iglesia, es una verdadera conmoción, porque da incluso angustia acercarse por miedo a romperla, algo que seguramente los soviéticos nunca entendieron, pues la convirtieron en una despensa de papas para horror de algunos de nosotros. Ahí, sobre el suelo de mármol y las delicadas incrustaciones del mosaico central botaban sus costales deteriorando severamente la catedral. Incluso, debido al abandono al que fue sometida, algunos de los mosaicos fueron saqueados. El deterioro fue tal que duraron 27 años restaurándola; 3 más de lo que duraron construyéndola. 

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