Fabergé y los huevitos de pascua

¿Por qué en el nuevo milenio un millonario ruso gastó más de 100 millones de euros comprando unos huevitos de Pascua? Descubre en este artículo la fascinante historia detrás de estas obras de arte y de su significado para la familia imperial rusa.  

Peter Karl Fabergé, joyero oficial de la corona y de la familia imperial rusa, fue sin lugar a dudas el artesano más importante que haya tenido este país y el artífice de algunas de las joyas más famosas de todos los tiempos. Sinónimo de opulencia, envidiado por reyes y aristócratas y símbolo de la más alta elegancia, la joyería de Fabergé surtió a los zares con esos famosos huevitos de pascua alrededor de los cuales existen tantas leyendas.

Desde 1885, Fabergé impresiono a la aristocracia rusa con sus joyas inspiradas en temas históricos del imperio, lo que le valió el titulo de “orfebre especial de la corona”. Tras lograr llamar la atención de Alejandro III, el joyero de origen Báltico comenzó a recibir pedidos directamente del emperador. Durante la Semana Santa, según el calendario ortodoxo, los zares solían regalar estos curiosos huevitos de pascua a las zarinas. Desde 1887 hasta la Revolución Rusa, Fabergé fabricó estas joyas en forma de huevo, dentro de las que escondía siempre una sorpresa para la emperatriz. Cada sorpresa debía estar relacionada con algún hecho importante del año. 

El regalo del emperador era todo un suceso en el Imperio Ruso, porque se trataba del regalo más prestigioso del país, que debía reflejar el poder y la riqueza de la dinastía Romanov y del imperio conquistado durante los últimos 300 años. Por ejemplo, uno de los huevitos más famosos se lo regalo Nicolás II a su alteza imperial Alejandra Fedorovna en 1900, para celebrar un nuevo siglo de reinado de los Romanov; justamente en ese año empezaron a abrir el ferrocarril transiberiano, que unía el Océano Pacífico con las costas bálticas de San Petersburgo. 

El huevito está hecho completamente de platino, oro y ónix  y lo corona el águila bicéfala del imperio de Oriente. Adentro, y envuelto en cojines de terciopelo, Fabergé fabricó una réplica del tren transiberiano con diamantes rosados y rubíes. 

Es una de las pocas piezas que se pueden visitar en el museo del Kremlin de Moscú, que se conserva en una bóveda ultra protegida junto con la corona de imperial. 

Lamentablemente, buena parte de estos huevitos desaparecieron durante la Revolución. Muchos fueron vendidos por el Estado soviético, como tantas otras joyas que se encontraban en el palacio del Hermitage. Algunas de estas joyas volvieron al país tras el fin de la Guerra Fría y gracias a la acción del Estado ruso y de varios millonarios que, tratando de recuperar el patrimonio perdido de la familia imperial, compraron y devolvieron algunos de ellos al país. 

En total, Karl Fabergé fabricó 65 huevos de los cuales solo 57 han sobrevivido. Solo 10 de ellos están abiertos al publico en el Kremlin. El resto fueron separados de la colección y vendidos a coleccionistas privados o repartidos entre museos locales en los Estados Unidos. Sin embargo, en el 2012, el oligarca Ruso Viktor Vekselberg gastó más de 100 millones de dólares para comprar 9 huevitos Fabergé, con los que abrió un espléndido museo en San Petersburgo. Se trata del Museo Fabergé, que vale la pena visitar, donde hoy en día se encuentran varias de las joyas más significativas de los zares y de otras grandes familias de la aristocracia rusa.

Los huevitos de pascua de Fabergé son entonces los objetos de moda esta semana, en la que Rusia recuerda una tradición prohibida durante la época soviética.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Viajando en el tiempo

Para recibir más contenidos como este, suscríbete a nuestro blog